Mario Rodríguez

Mario Rodríguez desafió al Estado durante más de 15 años como excombatiente de las FARC hasta que fue uno de los primeros en desmovilizarse con la firma de los acuerdos de paz de Colombia en 2016.  Desde entonces, se ha unido a otros que han dejado las armas para organizar una cooperativa de café que les proporcione empleo y bienestar social a ellos y a sus familias.

Al mismo tiempo que mira hacia el futuro, Mario también comparte sus ideas -y frustraciones- sobre la aplicación de los acuerdos de paz para él personalmente y, más concretamente, para las generaciones futuras.  Por ejemplo, cree que hay que aprender las lecciones del pasado conflicto, pero que se están perdiendo.  En lugar de incorporar a quienes estuvieron sumergidos en el conflicto en instituciones formales como la escuela, tanto como estudiantes como educadores, para compartir la verdad sobre el dolor y el horror de la guerra, muchas partes interesadas suprimen activamente esas experiencias y no se dice la verdad.  Al negar esta realidad y promover en su lugar una “visión institucional” de la historia, este enfoque está fallando al pasado y posiblemente al futuro de Colombia.  A menos que el verdadero dolor de la guerra sea comprendido por esta y las futuras generaciones, Colombia se verá impedida de hacer la transición para salir del conflicto y llegar a la “verdadera paz”.

“Si no cambiamos el sistema educativo actual, mi hija y otros niños no entenderán el camino violento y doloroso de Colombia, seguirán con una visión sesgada y no habrá un camino hacia la paz.”

Mario recomienda que, para que la programación futura sea eficaz en la promoción real de la paz, se debe dar prioridad a una mayor participación de la comunidad, abordando los problemas cotidianos que a menudo impiden la participación continua. Como subraya, “la educación en Colombia sigue siendo hoy un privilegio de los que tienen dinero”. Y dentro de la escolarización formal, ya sea básica, secundaria o terciaria, las perspectivas locales deben integrarse en “narrativas institucionales” más amplias. Esto incluye escuchar e incorporar las preocupaciones de la comunidad que han facilitado la violencia actual, así como el dolor que ha causado en las últimas décadas.